sábado, 12 de junio de 2021

HH : retrato intermitente

El barbero en su local que da a la plaza, barre el pelo de los últimos cortes. Un solo sillón, alguna estantería, el colgador y un espejo que vio pasar muchas edades. 

Acababa de bajar la persiana, cuando alguien la golpea.

- ¡A estas horas! 


Mientras la sube descubre unos zapatos de doble hebilla, pantalones con raya y abrigo abotonado, y termina por reconocer bajo un sombrero al vecino del otro lado de la plaza.


El recién llegado se descubrió y colgó el abrigo. Su corto cabello empezaba  a clarear pero no necesitaba corte. Pausadamente guardó en un estuche sus gafas de montura al aire. 


- Solo será un afeitado. 


Mientras se acomodaba en el sillón, absorto con el burbujeo del agua calentándose, pasó al barbero una navaja Böhler. No se sorprendió. Le había comentado que temía utilizarla contra sí mismo, si se afeitaba con ella. 


También sabe que no le gusta conversar. Le aplica la espuma y lo afeita sin recortar el bigote. Termina con un bálsamo sobre sus fuertes mandíbulas hasta el mentón. Le devuelve la Böhler.


Al bajar de nuevo la persiana, lo ve cruzar. Su andar indeciso no armonizaba con su perfil anguloso. 


Como la plaza es pequeña, no tarda en llegar a un edificio de piedra al que accede bajo un arco. En un lado una  campanilla que a veces suena sin que nadie la toque y al otro el escudo familiar donde destaca un lobo.


Desde el comedor el sobrino de la dueña de la casa, escuchó la campanilla. Otra vez el viento, pensó. Pero al abrir, aquel hombre extraño y sombrío que sin saludarle cruzó la puerta vidriada, dijo:


- Me llamo Henry Haller ... el mes pasado he alquilado la habitación del último piso a su tía.


Lo vio subir sin soltar el pasamanos, mirando sus pies en cada escalón y olisqueando de vez en cuando. Sus zapatos con  hebillas en doble hache relucían. Aquél personaje le inquietaba.


No volvieron a encontrarse hasta la medianoche. Henry estaba sentado en el rellano de la escalera. La escasa iluminación resaltaba su gesto de espiritualidad, en un rostro con huellas de profundas cavilaciones.


- ¡ Señor Haller !

- ¿Se encuentra bien?

- Oh, si, si … No le he oído subir, estaba ensimismado.

- ¿Quiere que le ayude?

- No, no es necesario, mejor siéntese conmigo un rato ...


La penumbra en el descansillo de la escalera, apenas permitía distinguir las plantas que desde una esquina eran generosas con su aroma. 


- No acostumbro a sentarme en las escaleras – dijo el sobrino

- … me he encaprichado con este lugar, tan pulcro como el resto de la casa. Huele a calma.

- ... necesito encontrar rincones así, me siento protegido en ellos.


 Sacó una caja ovalada y esnifó sin compartir.

- ¿Está usted enfermo?

- No …no …solo soy un viejo que se fatiga con las escaleras.

- ¡No parece que haya llegado a los cincuenta!

- Tampoco me falta mucho.


El misterio y la cadencia de la conversación quedaron en la cabeza del joven durante todo el resto de la noche. Al siguiente día, en cuanto el inquilino se ausentó, entró a husmear en su habitación.

Los libros estaban por todas partes, sobre  le diván, sobre las sillas, en el suelo. Muchos con señales entre sus hojas. En la cómoda un gramófono, tenía puesto un disco de fox-trot otros de Mozart y Händel no estaban lejos. Un busto de Goethe con gesto petrificado, parecía contemplar con desdén aquél desorden.

Sobre la mesa una navaja barbera Böhler y un manuscrito “Tratado del Lobo Estepario”.



© 2021 Texto de Arturo García basado en la introducción del "Lobo estepario" de Herman Hesse

3 comentarios:

  1. - Elipsis narrativa:
    No se habla en concreto de un asunto. El personaje aparece y desaparece como iluminado por una bombilla oscilante que cuelga del techo.

    - Empleo un narrador que hace la "focalización externa":
    Su voz pretende mostrar, contar lo que ve.

    - Utilizo el diálogo como recurso.
    - Utilizo la reticencia:
    Entendida como el arte de insinuar mediante gestos, palabras, simbolismos ...

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  2. Interesante. Haller tiene mucho recorrido, dan ganas de seguir leyendo más.

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    1. He tomado detalles del prólogo “El lobo estepario” de Herman Hesse para iluminar el retrato de HH. Volver a leerla da más sentido al este texto. En realidad al escribirlo pretendí provocar esa necesidad.

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